Prácticamente la banana que se consume en el mundo occidental desciende directamente de una planta cultivada en la finca de Derbyshire

(Inglaterra) hace 180 años, la popular banana Cavendish (1). Pertenece al género Musa, y dentro del cual también se encuentra la variedad Nanica, la única que se ha difundido en la zona subtropical argentina principalmente por su adaptación a las condiciones del medio ambiente (2). Actualmente la India es el mayor productor (5) y Ecuador es el mayor exportador de bananas según la FAO (3).

 La banana es una fruta climatérica compuesta de cáscara y pulpa comestible  que tiene un alto valor nutricional, es fácil de digerir, favorece la mucosa intestinal y ayuda a combatir cuadros de gastritis e incluso a prevenir las úlceras (5). Las bananas comestibles son bayas partenocárpicas; es decir, desarrollan una masa de pulpa comestible sin polinización (4). Como la mayoría de las frutas, las bananas se componen principalmente de agua y carbohidratos, y son muy bajas en proteínas y grasas.  Una de las escasas limitaciones para su consumo tiene que ver con la presencia de glucosa entre sus azúcares, que la torna contraindicada para los diabéticos (5). Las bananas son una fuente importante de varias vitaminas y minerales, especialmente potasio, colina, vitamina B3 y vitamina C. Suman decenas las virtudes que se le adjudican para la salud, entre ellas el fortalecimiento de los músculos, la prevención de calambres, la mejora de la circulación, y su efecto beneficioso en la regulación adecuada de los líquidos del cuerpo. Las concentraciones medias de cenizas, proteínas, fibras y minerales en la parte central de la pulpa son mayores que en la parte media, y estas son mayores que las de la parte externa.  En cambio, la vitamina C  o ácido ascórbico se comporta inversamente.